Es pequeño, colorido y tiene unos “ojitos” que parecen salidos de una caricatura japonesa. La primera vez que alguien ve una foto de la oveja de mar, es difícil creer que sea real. Pero no solo lo es: este diminuto molusco tiene habilidades únicas que lo hacen una verdadera rareza de la naturaleza.
La oveja de mar no solo conquista corazones por su apariencia, sino también por algo que la ciencia aún estudia con asombro: puede hacer fotosíntesis. Sí, como las plantas. Imagínate una especie que combina el mundo vegetal con el animal, todo en un cuerpecito de menos de un centímetro.
Una “ovejita” en el mar
Uno de los apodos más conocidos de la Costasiella kuroshimae es “oveja de mar”. Basta con ver sus ceratas —unas protuberancias que cubren su lomo— para entender por qué. Estas se asemejan a hojas suculentas o al lanudo pelaje de una oveja. Sus rinóforos, que funcionan como sensores, parecen orejitas.
El conjunto es tan adorable que ha conquistado redes sociales y blogs de ciencia por igual. Muchos la confunden con un personaje animado, pero este animalito existe y nada entre las algas de los mares cálidos del sudeste asiático.
Otro animalito curioso y tierno es el Axolotl, que pareciera que nunca envejece
El secreto verde de su energía
Aquí es donde la oveja de mar se vuelve verdaderamente fascinante. Este molusco marino practica la cleptoplastia, un proceso por el cual “roba” cloroplastos de las algas que consume y los incorpora a su propio cuerpo. Estos cloroplastos, aun siendo parte de un animal, continúan funcionando durante un tiempo y realizan fotosíntesis.
Esto significa que puede producir energía directamente de la luz solar. Aunque no depende exclusivamente de ella para vivir, esta adaptación le da una ventaja en ambientes pobres en alimentos y es una rareza biológica.
La cleptoplastia es un fenómeno extremadamente raro entre los animales, y la oveja de mar es uno de los pocos ejemplos conocidos en el reino animal.
Un hallazgo diminuto
La oveja de mar fue descrita por primera vez en 1993 en las aguas que rodean la isla japonesa de Kuroshima, de ahí su nombre científico, Costasiella kuroshimae. Desde entonces, se han registrado ejemplares en Filipinas, Tailandia e Indonesia. Su hábitat son los fondos marinos poco profundos donde crecen algas del género Avrainvillea, de las que se alimenta.
Con un tamaño que rara vez supera los 10 milímetros, es casi invisible al ojo humano sin una lente. Por eso, la mayoría de las personas la conoce a través de fotografías ampliadas, que resaltan sus colores y expresividad.
Ciencia, ternura y viralidad
Internet fue clave para su fama. Cuando empezaron a circular sus imágenes, muchos pensaron que era una invención digital. Pero científicos marinos confirmaron su existencia y, de paso, aprovecharon la atención para divulgar más sobre la biodiversidad marina.
La oveja de mar se ha convertido en embajadora involuntaria de la ciencia, demostrando que incluso los animales más pequeños pueden tener una historia asombrosa que contar. Su caso también ha ayudado a visibilizar el estudio de los sacoglosos, un grupo de moluscos poco conocido pero lleno de sorpresas.
Lo que nos enseña una criatura de 1 cm
En un mundo donde lo grande y lo espectacular suelen robarse la atención, la oveja de mar nos recuerda que la belleza, la complejidad y la maravilla también existen en lo diminuto. Su forma de vida, mezcla de animal y planta, rompe con lo que creemos saber de la naturaleza.
Quizás por eso, al verla por primera vez, muchos sienten una mezcla de ternura y asombro. Y quizás por eso, aunque no mida más que una uña, se ha ganado un lugar eterno en el corazón de quienes aman la ciencia y la vida marina.
Referencias
nationalgeographic.com.es
Cleptoplastia: La estrategia de supervivencia que sorprende a los científicos
muyinteresante.com







